Memoria. 2012
En la práctica de congelar momentos, para hacerlos perennes, se construye una memoria, que frágil, se sostiene por imágenes. Los álbumes se convierten en muletas y sacar fotos en una especie de compulsión conmemorativa.
Mi abuela es ingresada a los 87 años en un hospital, momento en el que decido centrar un trabajo fotográfico en su vida y su lucha por encontrar a su hija desaparecida en la dictadura militar argentina. Entonces, lo que al principio es un motivo, más tarde se convierte en una excusa y finalmente en sólo una manera de estar allí, cerca de ella. La tensión se convierte en una complicidad entre nosotras tres; mi abuela, yo y la cámara.
Es ese tercer elemento y la relación que se establece con él durante el acto fotográfico, pasando incluso por encima del elemento humano que lo acciona, lo que revela la asunción de su presencia en nuestras relaciones. Con la misma naturalidad que vivimos la visita de un amiga, la recibimos y ella nos mira y nos reconoce.